La rosa se marchitó,
desde que mi mirar
la dejó vacía.
Una carta y una flor
la volvieron funeraria,
tres cirios de ternura
le dieron mi adiós.
Ayer la despedí
hoy cuando la veo,
¡Me cuesta tanto ser su amigo!
Hay una inmensa realidad,
conocemos la exactitud
del beso enternecido.
Juan Ricardo Sagardía
SANTOAMOR
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