Vivía un violín en tu lápiz
que solía reflejarse cual si espejo
en cada papel, en cada lienzo.
En azules círculos
laberínticos o concéntricos
se repatingaban las notas
a parir sus melodías de grafito.
Cuando empuñabas el lápiz
pujaban y gemían acaloradas
y de tu mano brotaban
aquéllas viejas sinfonías.
Un día plomizo, de relojes dormidos,
el indómito violín se pegó al cielorraso
y allí quedó inerme y silencioso.
El lápiz entristecido bosquejó un piano,
reunió a los retoños para un "Claro de Luna"
y mientras tu mano acompasaba la sonata
se ahorcó con una cuerda abandonada.
Patricia Ortiz
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"no comparo / simplemente doy mi fruto / y espero / la semilla más humilde / puede brotar el fuego o la hermosura." Roberto Santoro.
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