Hubieras preferido que me ahogara en reproches
que te insulte, te ensucie, te hiera,
que exija me devuelvas lo que por tí he perdido,
que reclames, hermano
no haber jamás nacido.
Lamerías el piso, hermano,
limpiarías mis heces, me darías
tu ignominia en bandeja,
hermano, qué no harías
por mi misericordia,
mi perdón, mi olvido,
y por borrar las huellas.
Pero mi odio es mudo.
Es de piedra y fuego, nació y se hizo eterno
Estos ojos helados quemarán tus pupilas.
No importa lo que digas, lo que hagas
mi boca será un rictus acerado y mudo.
Mi cuchillo, hermano, te horadará mil veces.
Un silencio de espanto inundará el espacio
mientras mueres, y mueres, y te mato y te mato
y mi odio seguirá persiguiendo el silencio.
Porque ésto no termina, hermano.
Yo ya estoy muerto, sabes.
Sólo odio es lo que soy, hermano.
Tu me mataste aquel fatal momento
que elegiste hacer esclavo de tu hermano.
© Carlos Adalberto Fernández
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