Busqué el camino solitario,
el trozo de mí donde el dolor
se hizo brasa, tizón encendido.
Navegué por ríos de cauces muertos,
encontré en un estuario,
a la palabra enloquecida de cara al sol.
Construí mi casa sobre un árbol seco,
fui brisa estancada,
lluvia huída en nubes blancas
y ahora,
en el remanente pérfido del tiempo,
los días transcurren
como el rabadán de las llamas
que convertirán en cenizas,
los gritos del adiós
en mi oquedal interior.
Migdalia B. Mansilla R.
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