
Morir así.
Entre ceja y ceja de una paraje olvidado,
rasgando estrellas en el vientre de la noche
-oscuro e infinito lienzo-
del que pende una frágil luna de arena.
Así.
Con un grito cobarde
despellejándose en la garganta
y una vieja polaroid tras los párpados
haciendo sangrar cada recuerdo.
Así, así.
Frente a un sauce que sólo llora su pena,
entregada al aliento blanco del jazmín,
a los quejidos del viento oculto bajo las piedras.
Morir así.
Entre los labios húmedos
de un arroyo sin nombre
una y otra vez vejada por las aguas,
hasta parir olvido.
Patricia Ortiz
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