Salvamos el poema ahí-donde
el anzuelo homicida caza a los prosaicos
y pesca a los incrédulos.
Entre ellos y nosotros, la distancia crece
porque hay algunos que odian
la música, la brisa,
el viento, la caricia sonora
y no saben oír y no saben amar,
tiernamente tolerantes,
dulcemente caprichosos,
mucho menos,
verse en octavas de atracción
permanente y contínua.
Entre aquellos que susurran
con equívoca rivalidad
sus modelos mecánico-causales
está la varonía de los asténicos,
tróficas mentes, rostros que miran
con estériles ojos blancos,
cuerpos que se yerguen
con un negro óseo, sin vuelo,
bajo la nube y la viga pupilaria del gentío,
rivales con una sola voz
para decirlo todo.
Ellos gritan y crujen y gimen
(dizque por elucidaciones) ,
pero en su lugar construyen
su clínica epidemia
hecha de ciegas medidas.
Carlos Lopez Dzur
2-8-1991
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