Desde hoy que tu muerte ya no es caída libre,
y no suenan badajos lamentosos de pena
ni hay crespones ni llanto,
tan sólo desmemoria de lápida vacía
porque allí no está el cuerpo
y el alma, sólo el alma, se ha perdido en el viento
así como se pierde la hojarasca en otoño:
Desde hoy es la presencia de esta oquedad del cuerpo
con sus gestos tan vanos como simples burbujas
que son es sí abalorios y en sí se desvanecen
como nubes que pasan sin dejar huella alguna
y nada queda, nada, más que magras sonrisas,
la farsa de unas manos y una voz que no escucho,
los pasos ignorados y ese par de zapatos
al borde de la cama, tan muertos como el muerto
que los calza y camina.
Esta ausencia indolente no permite oraciones
ni lágrimas ni lutos, ni el dolor de un invierno.
Es alguien que se ha ido y que jamás estuvo.
Long Ohni
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