a sepultar las malvas ya marchitas.
El vértigo ha mordido los talones
de toda primavera prometida
y el huracán se ensalma en los adioses,
se lleva las esquinas del recuerdo,
las marcas, las palabras, todo el sueño
y es frágil hojarasca del destino
lo que el mismo destino construye y vuelve olvido.
En este cielo ahora no hay planeta,
ni órbitas ni lunas persistentes;
sólo oscuro silencio de mercurio
y memoria difusa de un cuerpo constelado.
Así oscura es la noche de la ausencia
y habrá otra vez estrellas, cuando olvides.
Carlos Adalberto Fernández
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