Dos botones rasos
disimulos de pechos
abrieron sendas rosas
al vicio de caricias
donde juegan tus manos
-sagaces marionetas-
que los hacen crecer
sin vergüenza, temibles.
Y ahora lo voluptuoso
llamador de tu boca...;
succiona a la espuma
que me dejaste dentro:
un ácido escaldando
la inocencia tardía.
Este amor que me diste
desvistiendo la carne
afloradas las manos
en el perfume hondo.
Tu sudor que resbala
en el hueco dispuesto
para que enterrado caigas,
del Sueño, en la espesura.
Sea esta Lilith
del reino vengadora
donde primero los niños...
Regreso a inculparte
primitivo del fuego,
que mueras,
noche a noche
en el sepulcro rojo;
deseo sacudirte
hasta la última gota.
No me parece justo
que guardes el rocío
donde lloró mi alma.
Fanny G Jaretón
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