Tengo esparcidos pedacitos de alma,
busco por la tierra una mano perdida
que me alce al infinito.
ojos que proyectan sueños
en la pared de enfrente,
anhelos encontrados en cada rincón.
Atmósfera,
Aire que penetra por todos los poros,
butacas vacias
esperando un espectáculo
que se retrasa.
"Erika Martínez Rodríguez"
"El material editado en "Muestrario de Palabras" goza de todos los Derechos Reservados. La administración confía en la autoría del material que aquí se expone, no responsabilizándose de la veracidad de los mismos."
jueves, 10 de septiembre de 2009
Otoño

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“Tiritando bajo las estrellas del otoño,
año tras año se inclina más profundamente la cabeza. "
George Trakl
año tras año se inclina más profundamente la cabeza. "
George Trakl
Mañana habrá otro mañana
donde el alma creará una ilusión de eternidad
en el que el pecho se comprimirá ante un aliento
necesario
hincándose al incipiente amanecer.
Existirá otro abrigo conque vestir la piel
una nueva fantasía para vivir el sueño sin sueño
de un atardecer inmortal.
Revivirá el pensamiento enfrentando la locura
de las arrugas,
de los pliegues que ostentosamente asoman
sin permiso.
Será la cáscara la agria,
la única,
la insolente traidora
que hunda sus ojos en la tierra.
Pero mi alma,
eterna rebelde,
jamás dejará de elevarse a las estrellas
Liliana Varela
martes, 8 de septiembre de 2009
Espejismos

**Cuadro de Ana Lucía Montoya Rendón
Transitas la ruta de puntas de pie
nada te toca,
nada siquiera roza la fresca rutina .
En palaciego mundo vives insomne
durmiendo el sueño de quien nada tiene
pero todo cree poseer.
Platónicas sombras mueven tus dedos
los grilletes no dejan ver tras de ti la fogata
que creciendo invade tu reino.
Poco importa si la podredumbre existe
porque jamás tocará a tu puerta,
poco interesa si el dolor acecha
pues nunca sabrás qué es.
Esclavizada al espejismo…
......................... sonríes feliz.
Liliana Varela 2009
lunes, 7 de septiembre de 2009
He visto a los ángeles
A todos los niños del mundo
Los ángeles más puros,
los que, de veras, se manifiestan
y se asoman a la carne,
y se aferran a las cosas,
son niños.
Nacen, mágicamente,
del vientre de la madre que urdió
su parto en alguna sombra
iluminada íntimamente
de amor y de sexo.
Y no importa que fue más
(si placer, o rutina, o ultraje),
el ángel nace inocente,
terso como una seda y canta,
el dulce salmo de amor:
Te necesito.
Y los deditos del ángel tienden
a hacerse más lindos con el tiempo.
La energía les va dando caricias.
Los niños sólo saben amar
hasta que los daña el desprecio.
Por eso, yo no le quito el rango
a los ángeles que veo.
Les invento jerarquías,
según los voy queriendo y descubriendo
en los patios y en los parques.
Sí. Los ángeles existen y se encarnan
y no los busco en la mitología,
ni los reinvento en milagros
de astrólogos y quimeristas a sueldo.
Los veo todos los días.
2.
Para que haya ángeles,
es decir, alegrías que se vistan
en carne, que agiten alas de vida
en los cielos terrestres,
el niño nace.
Y la mujer es una mano divina
que tiene muchos nombres,
inclusive el de estrella y camino,
vía láctea, centauro, bicha, loba,
pero el ángel no teme.
Para que exista el ángel,
todo en la Tierra es un seno,
el pezón provisor del Gran Regazo,
la geografía sutil del tibio pecho,
y el niño se lacta y vive.
Y el ángel se vuelve denso, saludable,
juguetón, impusivo, cariñoso, y explora
las arrugas y las fantasías, entre agua y fuego,
y texturas y aromas y, con sinestesias,
reinventará los rostros y oscilará en lo ingenuo.
El niño es el consuelo mayor de los consuelos.
Cuando falte al mundo su belleza, él quedará.
Cuando el placer no tenga sentido, son ellos,
los ángeles quienes redimen, y formarán
al amor puro con llama purificadora.
Para que exista la perpetuación
del paraíso, o la sombra posible de utopía,
el querubín tiene el secreto de la espada,
sus dos ojitos tiernos, su piel diáfana,
su voz tan melodiosa que transforma cada verbo.
Para que haya ángeles prestos
a volver a nuestro lado y embellecer al bíos,
al paisaje biológico del mundo,
yo cuido a los niños que conozco:
son alas, sin plumaje,
puro amor en pies humanos.
En fin, los ángeles más puros,
los que, de veras, se manifiestan
y se asoman a la carne
y se aferran a las cosas,
son los niños.
Carlos Lopez Dzur
6-1990 / De mi libro «Tantralia»
Los ángeles más puros,
los que, de veras, se manifiestan
y se asoman a la carne,
y se aferran a las cosas,
son niños.
Nacen, mágicamente,
del vientre de la madre que urdió
su parto en alguna sombra
iluminada íntimamente
de amor y de sexo.
Y no importa que fue más
(si placer, o rutina, o ultraje),
el ángel nace inocente,
terso como una seda y canta,
el dulce salmo de amor:
Te necesito.
Y los deditos del ángel tienden
a hacerse más lindos con el tiempo.
La energía les va dando caricias.
Los niños sólo saben amar
hasta que los daña el desprecio.
Por eso, yo no le quito el rango
a los ángeles que veo.
Les invento jerarquías,
según los voy queriendo y descubriendo
en los patios y en los parques.
Sí. Los ángeles existen y se encarnan
y no los busco en la mitología,
ni los reinvento en milagros
de astrólogos y quimeristas a sueldo.
Los veo todos los días.
2.
Para que haya ángeles,
es decir, alegrías que se vistan
en carne, que agiten alas de vida
en los cielos terrestres,
el niño nace.
Y la mujer es una mano divina
que tiene muchos nombres,
inclusive el de estrella y camino,
vía láctea, centauro, bicha, loba,
pero el ángel no teme.
Para que exista el ángel,
todo en la Tierra es un seno,
el pezón provisor del Gran Regazo,
la geografía sutil del tibio pecho,
y el niño se lacta y vive.
Y el ángel se vuelve denso, saludable,
juguetón, impusivo, cariñoso, y explora
las arrugas y las fantasías, entre agua y fuego,
y texturas y aromas y, con sinestesias,
reinventará los rostros y oscilará en lo ingenuo.
El niño es el consuelo mayor de los consuelos.
Cuando falte al mundo su belleza, él quedará.
Cuando el placer no tenga sentido, son ellos,
los ángeles quienes redimen, y formarán
al amor puro con llama purificadora.
Para que exista la perpetuación
del paraíso, o la sombra posible de utopía,
el querubín tiene el secreto de la espada,
sus dos ojitos tiernos, su piel diáfana,
su voz tan melodiosa que transforma cada verbo.
Para que haya ángeles prestos
a volver a nuestro lado y embellecer al bíos,
al paisaje biológico del mundo,
yo cuido a los niños que conozco:
son alas, sin plumaje,
puro amor en pies humanos.
En fin, los ángeles más puros,
los que, de veras, se manifiestan
y se asoman a la carne
y se aferran a las cosas,
son los niños.
Carlos Lopez Dzur
6-1990 / De mi libro «Tantralia»
sábado, 5 de septiembre de 2009
un pequeño poema
la mañana
..........virgen manto
claridad de lienzo
milagro
......... espacio
...................... luz
........................Beatriz Martinelli
..........virgen manto
claridad de lienzo
milagro
......... espacio
...................... luz
........................Beatriz Martinelli
viernes, 4 de septiembre de 2009
Canción diaria
Alumbras mis noches
y mis ecos
en madrugadas
cuando los pájaros
cantan en nuestra ventana
melodías extrañas
o se dan conversas
en desayunos
con Chabuca enamorada
y la manzana adorna
nuestros labios
mientras el molle
mira nuestra historia
a través de la ventana.
Julia del Prado (Perú)
y mis ecos
en madrugadas
cuando los pájaros
cantan en nuestra ventana
melodías extrañas
o se dan conversas
en desayunos
con Chabuca enamorada
y la manzana adorna
nuestros labios
mientras el molle
mira nuestra historia
a través de la ventana.
Julia del Prado (Perú)
VERSOS EN LA PENUMBRA

Recostados en una puerta cerrada...
Balbuciente e inédita
crece una sombra.
El esplendor de los cantores
ilumina sus ojeras
en quimeras desvelada
abrazada a un poema esquivo
algún verso, insistente capotea.
Alguienvapulea sus intentos
y la veta de su Templo.
Balbuciente y llorosa
a pesar de ese desdén
funge de poeta diestro
pero la Luna y la Noche
su ilusión amortajaron
así la engulló el olvido.
Balbuciente y tierna
camina lerda hacia la mar.
En la arena escribe claro
la saga de sus penas.
El mar lloró con ella,
las lágrimas de ambos formaron montañas blancas
en salmuera arden voces mal heridas
llamadas “Blancas" Pura sal marina...
Balbuciente fantasma con cara de dolor
aun suspira un poema gris
escrito en líneas discontinuas.
Esquela triste craquelada
junto a la risa duerme en un cajón.
Balbuciente, musita: "Oscuridad soy yo"
Ana Lucía Montoya Rendón
Septiembre 2009
ESCUCHA
Escucha,
¿De dónde vienes?
¿Cuál es tu misterio?
¿En qué lugar desierto se forjaron
los ritmos frenéticos
que yo siento latir en mis huesos?
Las palabras estallan
como truenos profundos
en lo más hondo del corazón,
ruedan perdidas por el espacio
hasta romper la luz
y descender
por las escaleras del tiempo
para llenar de vértigo
el vacío seco y hueco
de esta soledad de piedra
que me late dentro.
Yo no sé nada de la vida,
ni el secreto que ocultan
las burbujas amarillas del sol,
ni los sueños infinitos que contiene
la chispa más pequeña de una estrella.
Yo no sé nada de la muerte,
ni del negro agujero de la nada
por donde se vierte
el acero fundido del abismo
y te muerde la fatalidad de la serpiente.
Yo no sé por qué ni para qué
me trajeron las aguas y los vientos
a chupar este amargo caramelo
al que no consigo quitar el papel.
Escucha,
¿No oyes la pregunta?
¿Adónde vamos?
¿Qué hay más allá del último horizonte?
¿Qué trenes circulan por el universo
y hacen de la muerte la única estación?
¿De qué están hechos los raíles de la eternidad?
Pasa la vida y no regresa,
se vuelven amarillas
las hojas del calendario,
se caen
y vuelan a la deriva
en el impulso mágico del aire,
en la cola estremecida de un cometa,
en las luces desbocadas del otoño,
buscando el destino incierto
que destila el futuro,
ese viejo fantasma
que huye
y, a cada paso, se hace humo.
Escucha,
hoy suena una música
de ventanas rotas,
de balcones sin barandilla,
de horizontes ciegos,
y, también, de soledad sin fondo.
Se filtra por los huecos del alma
como si fuera humedad de musgo
adentrándose en la piedra.
Sube en espiral, remonta el vuelo
y se hace nube:
es la canoa blanca del infinito
donde navegan todas mis penas.
Escucha,
hoy tengo hambre de ternura,
de bancos encendidos en el parque
y manos que estallan sobre la piel,
de pechos firmes y redondos
galopando en círculo
la latitud exacta de mis dedos;
hoy tengo sed de trepar
por las colinas blancas
de unos muslos que saben
a delirio y caverna,
de hundirme
en la palpitante raíz de sus corales.
El mar lleno de sueños azules
apoya su larga frente en la arena,
derrumba sus viejos castillos de sal
en la espuma de las olas,
es una olla que hierve como el aceite
y evapora todas las distancias.
El aire sabe
a lágrimas heridas de campanas viejas,
a cristal salpicado de tinieblas,
a húmedo rocío de silencios,
y, también, a cóctel de marfiles negros.
Escucha,
¿Dónde está el centro de la nada?
¿En qué escollo naufragará mi vida?
¿En qué cenizas morirá mi fuego?
¿A qué distancia está el cielo?
¿Por qué las mariposas
no vuelan en invierno?
Manantial de preguntas que se desboca
y que siempre se quedan sin respuesta.
Septiembre 2001©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España.
Del libro "Camino de la luz"
www.eltallerdelpoet a.com
¿De dónde vienes?
¿Cuál es tu misterio?
¿En qué lugar desierto se forjaron
los ritmos frenéticos
que yo siento latir en mis huesos?
Las palabras estallan
como truenos profundos
en lo más hondo del corazón,
ruedan perdidas por el espacio
hasta romper la luz
y descender
por las escaleras del tiempo
para llenar de vértigo
el vacío seco y hueco
de esta soledad de piedra
que me late dentro.
Yo no sé nada de la vida,
ni el secreto que ocultan
las burbujas amarillas del sol,
ni los sueños infinitos que contiene
la chispa más pequeña de una estrella.
Yo no sé nada de la muerte,
ni del negro agujero de la nada
por donde se vierte
el acero fundido del abismo
y te muerde la fatalidad de la serpiente.
Yo no sé por qué ni para qué
me trajeron las aguas y los vientos
a chupar este amargo caramelo
al que no consigo quitar el papel.
Escucha,
¿No oyes la pregunta?
¿Adónde vamos?
¿Qué hay más allá del último horizonte?
¿Qué trenes circulan por el universo
y hacen de la muerte la única estación?
¿De qué están hechos los raíles de la eternidad?
Pasa la vida y no regresa,
se vuelven amarillas
las hojas del calendario,
se caen
y vuelan a la deriva
en el impulso mágico del aire,
en la cola estremecida de un cometa,
en las luces desbocadas del otoño,
buscando el destino incierto
que destila el futuro,
ese viejo fantasma
que huye
y, a cada paso, se hace humo.
Escucha,
hoy suena una música
de ventanas rotas,
de balcones sin barandilla,
de horizontes ciegos,
y, también, de soledad sin fondo.
Se filtra por los huecos del alma
como si fuera humedad de musgo
adentrándose en la piedra.
Sube en espiral, remonta el vuelo
y se hace nube:
es la canoa blanca del infinito
donde navegan todas mis penas.
Escucha,
hoy tengo hambre de ternura,
de bancos encendidos en el parque
y manos que estallan sobre la piel,
de pechos firmes y redondos
galopando en círculo
la latitud exacta de mis dedos;
hoy tengo sed de trepar
por las colinas blancas
de unos muslos que saben
a delirio y caverna,
de hundirme
en la palpitante raíz de sus corales.
El mar lleno de sueños azules
apoya su larga frente en la arena,
derrumba sus viejos castillos de sal
en la espuma de las olas,
es una olla que hierve como el aceite
y evapora todas las distancias.
El aire sabe
a lágrimas heridas de campanas viejas,
a cristal salpicado de tinieblas,
a húmedo rocío de silencios,
y, también, a cóctel de marfiles negros.
Escucha,
¿Dónde está el centro de la nada?
¿En qué escollo naufragará mi vida?
¿En qué cenizas morirá mi fuego?
¿A qué distancia está el cielo?
¿Por qué las mariposas
no vuelan en invierno?
Manantial de preguntas que se desboca
y que siempre se quedan sin respuesta.
Septiembre 2001©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España.
Del libro "Camino de la luz"
www.eltallerdelpoet a.com
Entre ellos y yo
Salvamos el poema ahí-donde
el anzuelo homicida caza a los prosaicos
y pesca a los incrédulos.
Entre ellos y nosotros, la distancia crece
porque hay algunos que odian
la música, la brisa,
el viento, la caricia sonora
y no saben oír y no saben amar,
tiernamente tolerantes,
dulcemente caprichosos,
mucho menos,
verse en octavas de atracción
permanente y contínua.
Entre aquellos que susurran
con equívoca rivalidad
sus modelos mecánico-causales
está la varonía de los asténicos,
tróficas mentes, rostros que miran
con estériles ojos blancos,
cuerpos que se yerguen
con un negro óseo, sin vuelo,
bajo la nube y la viga pupilaria del gentío,
rivales con una sola voz
para decirlo todo.
Ellos gritan y crujen y gimen
(dizque por elucidaciones) ,
pero en su lugar construyen
su clínica epidemia
hecha de ciegas medidas.
Carlos Lopez Dzur
2-8-1991
el anzuelo homicida caza a los prosaicos
y pesca a los incrédulos.
Entre ellos y nosotros, la distancia crece
porque hay algunos que odian
la música, la brisa,
el viento, la caricia sonora
y no saben oír y no saben amar,
tiernamente tolerantes,
dulcemente caprichosos,
mucho menos,
verse en octavas de atracción
permanente y contínua.
Entre aquellos que susurran
con equívoca rivalidad
sus modelos mecánico-causales
está la varonía de los asténicos,
tróficas mentes, rostros que miran
con estériles ojos blancos,
cuerpos que se yerguen
con un negro óseo, sin vuelo,
bajo la nube y la viga pupilaria del gentío,
rivales con una sola voz
para decirlo todo.
Ellos gritan y crujen y gimen
(dizque por elucidaciones) ,
pero en su lugar construyen
su clínica epidemia
hecha de ciegas medidas.
Carlos Lopez Dzur
2-8-1991
miércoles, 2 de septiembre de 2009
CUANDO DESPUES
¡Tanto miedo a la muerte!
cuando cobra sentido en ese paso
aquello que hemos sido, el ser más verdadero.
aquél que se despoja y nos olvida.
Es grato el haber sido, se merece la muerte,
no la maldita eternidad de Fosca,
él y su rata para siempre incólumes
cuando todos se vayan como briznas de pasto.
Estoy aquí. El sol está despierto
y ya no volverá la misma coincidencia
ni el mismo redondel que gira en el café
humeante y agitado como un pequeño mar
de naves en buen puerto y de naufragios.
Será dormir, los sueños, recuerdos y entresijos,
acaso eternidad ajena a sobretodos,
a paraguas, llaveros, teléfonos que suenan,
sin flores vulnerables, cartas de amor ajadas,
sólo brisa que piensa y se estremece
Long Ohni
cuando cobra sentido en ese paso
aquello que hemos sido, el ser más verdadero.
aquél que se despoja y nos olvida.
Es grato el haber sido, se merece la muerte,
no la maldita eternidad de Fosca,
él y su rata para siempre incólumes
cuando todos se vayan como briznas de pasto.
Estoy aquí. El sol está despierto
y ya no volverá la misma coincidencia
ni el mismo redondel que gira en el café
humeante y agitado como un pequeño mar
de naves en buen puerto y de naufragios.
Será dormir, los sueños, recuerdos y entresijos,
acaso eternidad ajena a sobretodos,
a paraguas, llaveros, teléfonos que suenan,
sin flores vulnerables, cartas de amor ajadas,
sólo brisa que piensa y se estremece
Long Ohni
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