Siempre viene y toca a mi puerta,
alguien que pide una oración conmigo,
alguien que dice que me ha visto
y cree que soy un hombre relativamente bueno
porque no hay quien tenga méritos absolutos.
Ha visto mi semblante tranquilo.
Me selecciona.
Cree que Dios me ha llamado
y él, visitante, trae el nombre que forja perdones.
Buenas nuevas de salvación.
No le digo que se calle.
Oro con él, pero él se va y yo me cuido
de que no vuelva a creer que estoy solo,
regrese y concluya que me tiene en sus manos.
18-05-2000 / El libro de la guerra
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