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martes, 23 de marzo de 2010
SOLEDAD SIN TI
Qué silencio. Qué quietud. Qué espanto.
El mundo ha muerto desde que tú has muerto.
Me quedo sólo en abismal desierto,
debiendo un pago por amarte tanto
El cielo colapsó. Los astros se apagaron.
El mar ya no se mece, se quebraron las olas.
Grises de plomo los colores borraron.
Las flores, apenadas, cerraron sus corolas.
Ya no llega tu mano, ni tu sonrisa tierna,
Ni tu placer, tu espasmo, Ni tu mirada eterna.
Sólo quedan ausencias, carencias, soledades,
amargos rebrotes de necesidades,
Ha muerto lo inmortal,
lo eterno, lo infinito.
Todo muere, está escrito.
Yo demoro el final
porque te necesito.
Quiero creer que hay Dios, o crearlo, si acaso
haya otro mundo en que mi amada espera
a que llegue el momento de mi ocaso
y nuestro amor eterno ya no sea quimera.
Pero el polvo al polvo le devuelve
el fulgor de una dicha germinada.
El espejo me retorna la mirada
de quien sabe que muere sin olvido.
Y una voz que repite:
Ya no vuelve.
Carlos Adalberto Fernández
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