Acostarse en el preludio de una tarde
renacida en una flor marchita
que se asemeja desprendida
del cáliz que ha sido copa
y fuente de su estancia
del sépalo enamorado
del tépalo que abraza
y caer sin fondo fijo
sin esperanza sincera
sin una luz que alerte
sobre la marcha primera
que se extiende y que deprime
que aligera su extensión
y que culpable del paso
se descubre sinrazón
y que revierte el sentido
de la estrella más brillante
que el firmamento ostenta
como rubí fulgurante
que ilumina a marinos
a corazones amantes
y que se posa en el cielo
con suavidad inmanente
y que consigue que el alma
de un ser que no haya amado
resblandezca de jolgorio
y se sienta iluminado
y que se sienta querido
por alguien que retribuya
lo que su pecho le grita
al oído de quien ama
y que alegre y radiante
disfrute la paz soñada
durmiendo plácidamente
sobre la tierra escarchada
hasta quedarse inmutable
ante el paisaje presente y
piense quedarse tendido
confortable entre las mieses
y acostarse en el preludio de una tarde
renacida en una flor marchita
que se asemeja desprendida
del cáliz y de la copa
que reinicia otra vez el ciclo
que hace valiosa la vida y hace
glorioso el desquicio.
Liliana Varela 2007
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