El viento está enyesado,
la tarde lo espera...
No han vuelto a conversar
como en los viejos tiempos.
Piensa él que ya nada
a ella le importa
y por eso no quiere
volver a besarla dulcemente.
Como antes,
ella siempre sueña
el intercambio de matices,
compartir los celajes,
acariciar los arreboles
y como Narciso
extasiarse en sus reflejos
en un espejo de agua
cuando muere el día...
Contarse los sueños
y alimentar cada uno los del otro...
Ella llora tendida en el prado
y la arboleda le susurra quedo
unos cantos suaves del ramaje...
Ella suspira y delira
por su amado el viento.
Ana Lucía Montoya R.
Enero 2009
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