El silencio rodó como una piedra,
toda luz desertó de la mañana;
caímos en la sombra y nos cercaron
hambrientos escuadrones de fantasmas.
Se abalanzó la noche como un tigre
sobre las tierras vírgenes del alma
y conquistó ciudades y banderas
y arrasó corazones y palabras.
Se despeñó el amor, multiplicando
el eco exponencial de la montaña.
Y, crujiendo en la esfera de su llanto,
la luna se quebró de madrugada.
Cristina Longinotti
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