
Un fin de semana distinto a todos,
donde solo reinaba la soledad,
el sonido del silencio se hacía presente
y el aroma del cielo salía a tierra;
los pájaros volaban entre las nubes,
y dejaban surcos en el espeso aire,
los peces nadaban contra la corriente del río,
que desembocaba en las venas de la tierra;
el viento espeso sacudía las flores,
y a la vez deshojaba a los árboles;
una leve llovizna despojó mi sequía
e inundo el badén de mis sentimientos,
cuando caía el sol en el oscuro atardecer,
mi soledad era el veril del dolor,
y las estrellas dejaban de brillar,
cuando mi mirada golpeaba contra el temor.
Claudio Benery
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