El viento en los olivares
trajo prendida una pena
verde, negra, tan doliente
como el canto de saeta.
La Lola canta alegrías
desde su balcón abierto.
Guarda la Lola en su enagua
un sueño de terciopelo
que deshace entre albahacas,
entre mirtos y romero.
Llegó una jaca a su puerta,
el jinete estaba muerto
por una navaja hendida
en lo caliente del pecho.
Asoma el alba. El jinete
tiene los ojos abiertos.
Llora la Lola, guitarras
destilan bordones negros.
Blanca Barojiana
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