jueves, 13 de diciembre de 2007

Y NO PIDO PERMISO AL OSCURO

...señor de mis huesos, ni a la mar
que en su día me pudo engendrar,
y borro cada uno de los límites
en el ocre país del Yo, su desolado yermo
visito, y el largo camino de sirga del mundo.
Los borro y sigo adelante en penumbra,
bajo la séptima luna de su ordalía
con el denario escaso de los sueños,
y la carga que suavemente curva la espalda.

Reúno estas pobres y oscuras palabras,
peregrinas de un tiempo sin otra grandeza
-ahí donde el viento ha llevado todos los mitos,
y desgasta la roca de Sísifo por noches y días-
Hasta aquí, amada, te trajeron mis notas de viaje.
Y hasta aquí por mi único deseo has sido convocada,
aunque Ofelia nada sepa de la cita,
confusa por dorados espectros de sol en la hierba,
y ya no sea verano en tu cuerpo.

Desplegados al sol los gráciles miembros
desnudos del poema elegido, como sombra
o retrato de mujer con mujer yaciendo:
Mme. d'Estrées en un lejano París de otras vidas
-hace ya tiempo, cuando todavía duraba la fiesta y nadie
intentaba volver del revés las estrellas azules-
-Sí, qué largo tiempo desde entonces,
guardado en estancias veladas por celosos espejos-
Y esa mancha de sangre, tan paciente junto al lecho.

© Alejandro Drewes, 14.11.04

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