Alesia
Sus torres e ingenios nos superan,
sus trincheras calculadas
rechazan nuestra horda sin esfuerzo
y su fría maquinaria nos sopesa
con sonrisa de lobo complacido.
Pero mientras el tañido suene
los romanos sabrán
que esperamos por ellos
a pie firme,
aquí, en Alesia.
Y aunque cayó Vercingétorix
seguiremos peleando
para que los hijos de nuestros hijos
no recuerden
al estandarte del águila
ni sepan del nombre del César.
Adrián Bet
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