domingo, 20 de enero de 2008

Sobre los techos al amanecer

Sobre los techos al amanecer
aparece una ciudad fantasmal.
Levantada entre el alba, mordida
dialoga con su monólogo gris.
Se avizoran mástiles al fondo
que cabecean en la bahía azulada.
Parecen ecos,
repitiendo sueños y unas maras
que intentan atrapar a los mejores ojos
arrobándoles señuelos.
Las remembranzas de la noche se elevan
en el vapor que asciende
sobre las azoteas,
mientras se desviste el ansia al amanecer,
como si al quitarse la ropa
se viera también en el mar
algún rumbo andando
sobre la Isla
a la espera que alguien lo siga
y toque con él lo hondo,
el fondo de un sueño; un cofre alto
un astro que ilumine el corazón.

Me visitan esos fantasmas que imaginé
salían desde los ventanales,
y reconstruyen
la ciudad sobre los techos mojados de lunas.
Como elipsis dibujadas
por los pescadores
al alba, en su fuga hacia la mar.

Parece que no saciaran sus almas
y aún contuviesen
el baile tomado del amanecer,
y por ello
el día demora en levantarse,
en mostrar su claridad.
Mientras,
gozosos los habitantes
de los últimos templos
espejan su anhelo,
entre besos y el ron. Se descorren
con sus lenguas los cuerpos encendidos
cansados. Víctimas de
saberse que el fin de la noche ha llegado.
Y es hora de proseguir,
hacia las nubes
junto a las nostalgias imaginarias.
Con el baile a cuestas y
unas ganas de continuar
murmurando oleajes.
En un beso lleno de mar.

Luis Gilberto Caraballo 2008

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