jueves, 10 de enero de 2008

HELLAS

Hunde tus dedos azules
en el anillo de las Islas,
y solamente calla:
porque la voz que me agita
no es ya ni un remo roto de mi voz,
ni vuelve Atenas a huir
de los persas al poniente.
Nada es como era,
ni sombra de alas
perdidas en el cielo, perdidas.
Hemos esperado a los bárbaros
hasta que subieron las aguas
sepultando los huesos de Jonia
y sólo esto queda: por eso
tú solamente calla,
y graba azul en la memoria
cada íntimo guijarro del mundo,
nuestro mundo que partió
al lugar de nunca jamás.
Y graba y graba, mar azul, en tu memoria.
Por todas las voces que suenan
en mitad del silencio
y por la oscura boca de los muertos
que viven aquí. Pero es tarde,
tan tarde, y se consume la última lámpara.
El viento y las zarzas sacuden
los viejos olivos de Lesbos:
donde la luna se ha ido a disgusto
y han caído las Pléyades,
errantes órbitas en tierra baldía.
Ya ni siquiera gritos de angustia
recorren las aguas celestes,
ni la cítara del viento en la noche
ilumina nuestro paso de polvo
entre tumbas egregias
y el mármol violado de Byron.
-Pero tú solamente calla-
y escucha en demótico
la clave del tiempo
en relojes azules de estrellas.

Aquí vivieron sus sombras
oscuras o blancas
entre sombras de zafiros.
-Y allí sobre la arena
una vez me diste tu mano-
Extraños para otros oídos suenan
los números pares
en las múltiples rutas del arpa:
Pero tú calla: calla y escucha crecer
azorado como ramas las columnas del silencio.

Alejandro Drewes
Revista de Artes y Letras "Ser en la Cultura", Año 15, No. 24, pp. 59.
Antología "Pura Luz Contra la Noche". Buenos Aires, De Los Cuatro Vientos,
2005

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